LA CRISIS DEL COVID-19: NO ES PAIS PARA VIEJOS

La ética utilitarista en la que, conscientemente o no, hemos derivado conlleva que los recursos no se emplean en quienes más lo necesitan sino en aquellos con quienes más se puede conseguir. Estos días ha quedado al descubierto que la vida de todas las personas no tiene el mismo valor. Se trata la enfermedad, pero no a las personas.

La crisis sanitaria nos ha puesto ante el espejo, donde hemos visto reflejada la fragilidad de las instituciones de las que nos hemos dotado para hacer frente a la vejez y a la dependencia en esta etapa. Un problema que va desde el modelo residencial, formado por macro residencias en las que el virus se ha extendido con rapidez, a las condiciones precarias de las personas, en su mayoría mujeres, que están a cargo de estos cuidados.

Hay muchas personas mayores que están solas. Ya lo estaban antes del Covid-19, pero parece que ahora nos hemos dado cuenta de que existen. Esto nos sobrepasa desde un punto de vista emocional, sanitario y social, y hemos de ser capaces de aprender de esta situación.

Las víctimas de esta pandemia, son los adultos mayores. Nos informan los noticieros que las residencias de ancianos son los lugares donde la tasa de mortalidad es más elevada.

Quienes se estiman que mueran son los adultos mayores, que son una carga para los sistemas de pensiones y servicios de salud públicos, porque hay que invertir más recursos para atenderlos. Distinto sería si afectará a personas en edad productiva. Es un mundo peligroso para los viejos el de hoy día, pues en esta lógica, son los primeros candidatos (sin saberlo) para el sacrificio.

La situación de los adultos mayores en relación al coronavirus, demanda que expongamos su papel en la sociedad occidental. En primera instancia es necesario recordar que antes de ser adultos mayores, estas personas fueron jóvenes, a los cuales se les preparo para ser trabajadores y trabajadoras, también consumidores y consumidoras, y para ser contribuyentes, que luego tributaron efectivamente, trabajaron y consumieron.

El cuidado de estos trabajadores y trabajadoras en retiro se externalizó. Ahora la familia, está muy ocupada trabajando y consumiendo, o preparándose para ello. No hay lugar para los viejos y las viejas en ese mundo. Un medio de comunicación presentaba el video de una chica en Madrid que lloraba la muerte de su abuela, pero en su mensaje llamaba la atención que decía que tenía cuatro años sin verle., ¡pero esta pandemia tiene menos de tres meses!.

En sociedades no tan modernas los adultos mayores cumplen un rol importante en la comunidad bien sea en los procesos de socialización, como referencia para la resolución de problemas de la vida comunitaria o como trasmisores de la memoria histórica no escrita. Por lo tanto disfrutan del cuidado de la comunidad, de la familia. A los niños, niñas y jóvenes se les enseña la importancia que tienen y se les dota de habilidades para relacionamiento y su cuidado.

Los ancianos tienen mucho que aportar a la sociedad civil, especialmente cuando el tejido asociativo en España se ha debilitado tanto: ha pasado del 29% al 19% en los últimos años (y casi la mitad de este porcentaje corresponde a agrupaciones deportivas). Resulta fundamental aumentar la densidad de la sociedad civil porque, después del Covid-19, será más necesario que nunca contar con gente que ayude a reconstruir la comunidad. Hemos visto que descartamos a la gente con una facilidad en la que no habíamos reparado hasta ahora.

ALGO HEMOS HECHO MAL COMO SOCIEDAD SI HAY INDIVIDUOS QUE PIENSAN QUE SU VIDA VALE MÁS QUE LA DE LAS PERSONAS MAYORES.

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