La pensión máxima es de 3.058 euros al mes (39.469 euros anuales), una cifra que casi duplica el salario mediano, que en 2022 se encontraba en 20.920 euros, y muy lejos del medio (25.161 euros). En realidad no es “suerte” sino el resultado de, entre otras cosas, haber cotizado al menos 38 años y por la base máxima durante los 25 años anteriores a la jubilación. Unos 653.073 españoles cobran más de 2.500 euros de pensión. Estos jubilados mantienen un discurso muy crítico con la subida que perciben y que consideran electoralista a cambio de poner en peligro la sostenibilidad del sistema de pensiones: A ellos les han subido este año el 8,5%, pero a los activos seguramente no les vayan a subir el sueldo, y si se lo suben, pues como mucho será un 3%.
Los “viejos” están sobreprotegidos. Pero en España son diez millones de viejos, lo que quiere decir que son diez millones de votos”, y ellos mismos califican de “injusta” una subida que no van a tener otros sectores de la sociedad. En una situación excepcional como la que vivimos les parece una locura que les suban un 8,5% y que los pensionistas no entren en el pacto de rentas, pero que sí lo hagan sus hijos que cobran menos que su pensión
Estos jubilados hoy viven como vivían estando en activo, pero a un ritmo mucho más lento, con todo el tiempo libre y cubren sobradamente sus necesidades: van al médico (aunque sea “de pago” pues se lo pueden permitir con su pensión)), quedan con sus amigos que están en circunstancias parecidas e ellos, disfrutan de sus hijos y nietos, tienen actividades lúdicas y culturales, viajan fuera de temporada (más barato y menos masificadas) y pasean con su perro, que también es gratis. Que tengan que ser los abuelos los que ayudan a los hijos a independizarse o a pagar el colegio de los nietos es la muestra de que el sistema no funciona, dicen muchos de ellos.
Lo cierto es que el IPC afecta de manera muy diferente a un “viejo” que a un trabajador en activo. Para empezar, porque suelen tener ya la casa pagada y, en cambio, a sus hijos se le va el 40% de sueldo en vivienda. Si sales, se comen un plato ligero con otros pensionistas que hacen lo mismo, y son poquitas las cenas, además de que consumen cosas poco sofisticadas”: ya no se toman las copas que se puede tomar un joven, y una botella de vino les dura cuatro días. A los que les gusta viajar, los viajes del Imserso les salen muy baratos, ya que el Estado destina alrededor de 72 millones de euros al año a subvencionar los viajes de los jubilados, que eso sí, son seleccionados en función de su nivel de renta.
No precisan coches caros para “presumir” pues suelen haber abandonado la conducción como consecuencia biológica y prudente de su edad Sus móviles no son sofisticados (ni caros) pues para ellos son ocio, y no trabajo como para sus hijos. No necesitan nuevos libros, pues tienen libros para leer hasta el fin de sus días y, además, les gusta releer lo que más les gustó en su momento
Los pensionistas, entre otras ventajas, reciben reducciones al precio de los alimentos perecederos en muchos supermercados, y otras rebajas en el alquiler, los gimnasios o el cine. Las comunidades y ayuntamientos han apoyado la gratuidad del transporte público para pensionistas, o en el peor de los casos, una sensible rebaja. aunque cobren la pensión máxima. La paradoja de esa sobreprotección es que se gastan ese dinero “ahorrado” en sus hijos y nietos y eso produce una humillación generacional. La verdad es que los que han pagado las tres últimas crisis son los jóvenes y ellos están sobreprotegidos porque son una fuerza electoral imparable.
Ese es el gran lamento de estos pensionistas: que su generación se está comiendo “el crédito de dos generaciones” y la sostenibilidad del sistema de pensiones por razones electorales. En 1995, cuando se firmó el Pacto de Toledo, una de las cosas que se acordó es que la reforma de las pensiones no fuese utilizada de manera electoral pero todos han traicionado el espíritu del Pacto de Toledo”. Quizá es ese el irónico destino de los pensionistas de élite: servir para proporcionar equilibrio a un sistema que cuida a quien menos lo necesita y olvida a quien no resulta rentable en las urnas.