EL SÍNDROME DEL ABUELO ESCLAVIZADO

En Europa uno de cada cuatro abuelos cuida de sus nietos y lo hace una media de siete horas al día, un porcentaje que asciende en periodos vacacionales.

 

La dificultad para conciliar vida laboral y familiar debido a una escasez de guarderías públicas y horarios extensos, la precariedad laboral, así como la falta de recursos económicos en muchas familias y el aumento de la esperanza de vida que en 2020 se situó en los 82,2 años en España, según datos oficiales, ha convertido a los abuelos en una pieza clave en el cuidado de los hijos llegando en algunos casos al extremo.

 

El síndrome del abuelo esclavo es esa obligación moral, esa presión que sienten los abuelos por cuidar a sus nietos, que puede venir de forma directa impuesta por sus hijos o porque vean que realmente sus hijos necesitan ayuda, porque están en una situación de precariedad laboral o en una situación de necesidad de conciliación que con los trabajos que tienen es imposible. Estrés, ansiedad, agotamiento e insomnio son los síntomas más habituales entre los “abuelos esclavos” después de largas jornadas al cuidado de sus nietos.

 

Esta necesidad de las familias de contar con los abuelos en la crianza de los hijos no es algo nuevo, pero es un fenómeno que se ha incrementado en los últimos años. Es una situación que si bien se ha dado siempre, se está viendo cada vez con más frecuencia. Se ha visto que un porcentaje importante de personas mayores pueden estar pasando entre 6 o 7 horas diarias, que es casi una jornada laboral de cualquier otro empleo, cuidando a sus nietos. Y de hecho la proporción, según diferentes estudios que se han hecho, de abuelos que hacen esto voluntariamente o por gusto o porque lo deciden ellos, es muy pequeña. Solo 1 de cada 9 de los que lo hacen con esta intensidad lo hace por gusto, por decisión propia.

 

Ahora hay más casos, porque hay más personas jóvenes que tienen trabajos más precarios y con más difícil conciliación, a pesar de que la ley intenta que haya conciliación, en la práctica no siempre se puede dar. Además, su nivel adquisitivo es más bajo y eso impide que puedan tener apoyos. Creo que se da por estas dos razones claramente. Algo importante es que ahora somos conscientes del problema. En décadas pasadas ni siquiera nos planteábamos que los abuelos pudieran estar sufriendo. Ahora sí vemos que hay un sufrimiento y por eso intentamos poner límites. Esto sucede, sobre todo, en los países Mediterráneos y en Latinoamérica. En estos países hay más más sensación de que la familia somos todos y todos tienen que arrimar el hombro a cualquier edad.

 

Efecto sobre la salud

Esa obligación moral de cuidar a los nietos en muchas ocasiones acaba repercutiendo en una mayor situación de estrés desde el punto de vista psicológico que puede tener repercusiones reales como ansiedad. En algunos casos puede derivar en insomnio y, sobre todo, en esa sensación de estar también cansados y sobrecargados. El insomnio y el cansancio intenso puede dar lugar a efectos secundarios como equivocaciones en la conducción o fallos de memoria debido a la situación de estrés y ansiedad. Además, en el caso de tener alguna cardiopatía isquémica, pueden tener una mayor propensión a poder sufrir un ataque cardíaco.

 

Su salud física se ve siempre deteriorada porque al final una persona a partir de cierta edad, lo que sufre es más cansancio, más dolores o enfermedades, que se agravan y luego a nivel psicológico, la frustración aparece con mucha frecuencia, la rabia, la ira, la culpa, la tristeza, la ansiedad, el estrés. Normalmente son emociones que oscilan entre la tristeza y la rabia. A nivel psicológico se acercaría a lo que se conoce como síndrome de burnout, cuando se está sobrepasado por una tarea con escasa gratificación.

 

Cómo no caer en esto

Desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recomiendan tener un espacio y tiempo propio, conocer las condiciones de salud de cada uno y hasta dónde se puede llegar, y lo más importante, aprender a decir “no” a los hijos. Es importante que señalar sus límites desde el primer momento. Decir, por ejemplo, ‘podré estar con los nietos un día a la semana que será el martes’, o ‘todos los días de 10 a 12, pero luego no’, porque luego siempre vendrán excepciones y tendrá muchas veces que cubrir esas excepciones. Además es importante que se entienda que no hay nada negativo en marcar límites.

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