El que ha podido, se ha ido de vacaciones. Tras dos años de tristeza y penurias, es el desahogo antes de entrar en la etapa de economía de guerra. Ahora toca volver a la dura realidad.
El coste de la energía, que es fundamentalmente aunque no sólo, la causa de la hiperinflación que nos ha restado renta para gastar en otros bienes y servicios y que también son más caros, porque todas las empresas, en mayor o menor medida, han incrementado sus precios para incorporar en ellos el impacto del encarecimiento energético.
Toda la política económica de Pedro Sánchez (cuatro larguísimos años lleva ya en Moncloa) ha consistido en subvencionar el voto cautivo (ya veremos si es tan cautivo) y aumentar el número de paniaguados a costa de emitir deuda pública. ¿Con qué se han pagado todas las limosnas públicas del Sanchismo, de las que tan orgullosos se sienten socialistas y podemitas porque con ellas “no han dejado a nadie atrás“? Pues con deuda publica, naturalmente. Ahora que suben los tipos de interés la deuda pública española es inabordable.
Estamos ante una recesión provocada por nuestro exceso de deuda pública, que en definitiva, pagamos a escote, entre todos los españoles. Y Sánchez, esa termita insensata, en lugar de reducir el gasto público, paso obligado para reducir la deuda pública, lo aumenta. No hay duda en que el presidente del Gobierno es todo un progresista que nos lleva directos a la ruina. Y por cierto, el español de bien, no quiere limosnas, quiere trabajo; no quiere subvenciones públicas, quiere ganarse el pan con su propio esfuerzo diario. No quiere que le den ayudas sino que le quiten barreras. Este es el sentido último de la recesión que viene, de la crisis que ya está aquí, que parece que finalmente ya reconoce incluso hasta la inefable Nadia Calviño (nuestra propia aprendiz de brujo económica) cuando dice que “hay que prepararse para lo peor”.
Pedro Sánchez es el representante de esa izquierda y su eterna incapacidad para generar riqueza. Lo suyo según ellos, es la distribución de la riqueza. Pero la sabiduría popular ya advierte que: “Quita y no pon, se acaba el montón“. Y al final solo queda la miseria para repartir.
Ya muchos advertían hace tiempo que el socialismo dura hasta que se acaba el dinero …de los demás.
El peor enemigo del Socialismo no es el Capitalismo sino la Realidad, y no cabe si no recordar el antecedente del nunca poco vilipendiado J. L. Rodríguez Zapatero .
Para que se entienda bien viene al hilo la comparación con la economía familiar, en definitiva la única economía real:
Ese padre mileurista que da 50 € a sus hijos todos los fines de semana. No falta de nada, y el día 10 del mes en la cuenta solo encuentra telarañas. “¡Papá es muy guay!”, y para no dejar de serlo va pidiendo préstamos al Banco para mantener el nivel de cervezas en la nevera y la paguita semanal. Un buen día el Banco le corta el grifo (¡qué cosas!), y el malo pasa a ser el Banco. Pues eso: “Yo gasto y el que venga que sea “el de los recortes”, así a la semana de tomar posesión le montamos una huelga general”.