En pleno siglo XXI, el objetivo de todos los gobernantes para sus ciudadanos es hacer de la pobreza virtud. el futuro es hacer de la pobreza virtud, como hizo el filosofo griego Diógenes
“En 2030 no tendrás nada y serás feliz”, fue la predicción del FMI en el marco del foro de Davos y ese es el objetivo, empobrecer a la población y lo están consiguiendo a pasos agigantados.
El gran problema que vivimos en estos días es que la clase política intenta convencernos de que el racionamiento energético o alimenticio es bueno porque es necesario ahorrar, pero no explican las causas de la escasez, y si no lo reconocen, no cabe esperar que traten de solucionar los problemas de dependencia energética con más centrales de carbón, gas o nucleares, con la construcción de más embalses que solucionen la sequía, o trasvases que eviten cortes de agua en periodos de escasez.
La miseria y la pobreza es el objetivo confeso de los gobernantes que dominan el mundo globalizado y sus satélites en cada país. En nuestro caso, el gobierno que decide nuestro futuro lleva tiempo empeñado en restringir nuestras comodidades o consumos con la excusa del cambio climático. El Gobierno tiene una cruzada contra los coches, contra las fábricas, contra la carne, contra la calefacción y el aire acondicionado, contra el azúcar, contra los refrescos y las explotaciones agrarias.
Todo el movimiento ecologista y de lucha contra el cambio climático, es el paradigma del progreso y el consumo pues la única manera de progresar en un mundo donde los recursos son escasos y la población creciente es dar marcha atrás en el consumo y reducir nuestras comodidades.
Un claro ejemplo es el tiro en el pie que se ha dado la Unión Europea con su política energética llegando a tomar decisiones tan alucinantes como la alemana al terminar con todo su parque nuclear, o la española al negarse la posibilidad de explorar y explotar las reservas energéticas que tenemos, por ejemplo, en gas.
Con la excusa de la guerra de Putin, los países de la Unión Europea (y el nuestro no es una excepción) mandan mensajes llenos de moralina eco-progre para que dejemos de consumir, ahorremos en energía y nos preparemos para pasar frío este invierno: “Estamos viviendo el fin de la abundancia”, decía este miércoles Emmanuel Macron tras su consejo de ministros. Y pedía, con tono grave, cambiar de mentalidad, pero lo cierto es que ese fin de la abundancia no llega por castigo divino, nNi siquiera por la invasión rusa a Ucrania. Llega por los pecados cometidos durante demasiados años al rentable aroma del kilovatio verde y la financiación sin límites.
Tras la invasión de Putin a Ucrania Josep Borrell salía a la palestra para pedir a los europeos que bajemos la calefacción. El objetivo no era otro que “disminuir la dependencia de gas ruso”
Sin embargo, no pidió, por ejemplo a su país, España, que derogara las leyes que prohíben la prospección en busca de combustibles fósiles como el gas, o la negativa española a emplear el fracking para extraer gas de nuestras reservas naturales en lugar de pagar a precio de oro el gas extraído por la misma tecnología que exporta EEUU, uno de los grades beneficiados del conflicto ruso .
Entre las recomendaciones que ha puesto encima de la mesa la UE está la de limitar el consumo energético de los hogares europeos. Eso sería también lo que está preparando el Departamento de Teresa Ribera: un plan de contingencia que podría abrir la puerta a recortes de suministro.
Pues bien, existe una corriente dominante entre quienes ponen en marcha estas medidas que considera que.
La terrible inflación que sufrimos en España, más pronunciada que en el resto de países de la UE por obra y gracia del empeño de nuestro gobierno en disparar el gasto público y la deuda, está ejerciendo sus perniciosos efectos en la población que ya pasa literalmente calor en verano y frío en invierno, no porque se sientan solidarios, sin porque no tienen con qué pagar los suministros.
El Gobierno mantiene su puño de hierro sobre la economía de las familias y no alivia ninguno de los impuestos que sufre, tampoco ha deflactado la tarifa del IRPF para evitar que el Gobierno se forre aún más de lo que debe con el empobrecimiento de los españoles.
El grado de pobreza que ya alcanza la sociedad española ha pulverizado todos los récords. Quizá el termómetro más dramático es el de la caída de consumo de carne, pescado y hortalizas. Que se consumen un 13% menos, según las estadísticas del INE. El Ministerio de Agricultura se felicitaba de que los españoles estén arrojando menos desperdicios alimenticios a la basura. Es lo que tiene la escasez.