EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ CONTRA “LA CLASE MEDIA” ESPAÑOLA

El concepto de clase media es controvertido: según el CIS, más del 70% de los españoles se identifica con este término a pesar de que sociólogos y economistas tienen una aproximación distinta a lo que significa pertenecer a ella y ni si quiera existe un consenso dentro de cada rama.

 

Debates académicos al margen, uno de los marcos comunes más reconocidos es el que utiliza la OCDE y que entiende que pertenecen a la clase media las personas cuyos ingresos se encuentran entre el 75% y el 200% de la mediana del ingreso disponible, una métrica que establece el valor medio del conjunto de la sociedad. Traducido en euros esto agrupa en España a las personas cuya renta oscila entre los 11.200 y los 30.000 euros anuales.

 

La clasificación de clase media, basada en porcentajes según la renta mediana, engloba tanto la clase media baja –entre 11.200 y 20.000- como la clase media alta – hasta 30.000-. Por debajo del umbral de 11.200 se encuentra la clase baja y por encima de 30.000 la clase alta.

 

Aunque la percepción subjetiva de cada persona sobre el lugar que ocupa en la sociedad existen diversos baremos socioeconómicos que tratan de definir y acotar lo que denomina la clase media pero siempre hemos entendido por “ser clase media” es un estatus de razonable bienestar y capacidad financiera para sacar adelante a la familia o, como poco, “ir tirando

 

Así, el cacareado “escudo social” del Gobierno Sánchez se está traduciendo en realidad en que en ese maltratado “terreno de nadie” de la clase media (alrededor del 58% de la población española) empiece a ser moneda común la imposibilidad de llegar a fin de mes. Con una inflación por encima del 10%, el precio de los carburantes desbocado, la hipoteca a punto de dispararse y fulminada toda capacidad de ahorro, miles de familias se sienten asfixiadas, exprimidas, ignoradas y aterradas ante la certeza de una recesión larga y profunda a partir del próximo otoño.

 

Lo lógico sería que en la Moncloa se estuviera trabajando a destajo para proteger y ayudar a todos esos ciudadanos frente al “tsunami” que se avecina, pero los tiros van exactamente en la dirección contraria: inflexible en la presión fiscal y pertinaz en el ridículo postulado de catalogar como “ricos” a quienes no lo son ni de lejos, el sanchismo está desactivando a las clases medias como lo que siempre habían sido: el motor del consumo y de la reactivación económica y social.

 

De hecho, en la calle cunde cada vez más la sensación de que lo que verdad define hoy al ciudadano medio en España es su condena a soportar unos impuestos muy elevados, sin obtener a cambio ningún tipo de respaldo público en cuestiones tan básicas como los consumos energéticos, el acceso a la vivienda o los incentivos fiscales, es decir, aportar mucho y recibir poco o nada. Así se sienten las clases medias bajo la bota del sanchismo, sometidas a una asfixia y hostigamiento.

 

Pero la decadencia del grupo más numeroso entre la población española viene de mucho más atrás. Desde el año 2000 (su punto más elevado) hasta la actualidad el porcentaje de gente que pertenece a la clase media ha bajado 8 puntos porcentuales, al pasar del 66% a algo menos del 58% (sumando la franja alta y la baja). El estrato con menos ingresos, en cambio, ha crecido siete puntos desde entonces, hasta situarse por encima del 32%. Hoy, el porcentaje de personas que pertecen a la clase media se sitúa a niveles previos a los años 90 y las crisis del coronavirus y la inflación desbocada amenaza con prolongar esta tendencia y ampliar la brecha de la desigualdad en España.

Si algo caracteriza los países europeos con un sistema del estado del bienestar fuerte es el elevado porcentaje de clase media baja respecto al resto de estratos. Y que en todos ellos, esta es superior al porcentaje de clase baja. Según los datos procesados por el grupo de investigación WEIPO de la Universidad de Alcalá, como más igualitaria es una sociedad, más amplio es el grupo poblacional de la clase media baja.

 

El país europeo que rompe con este patrón es España, que no solo tiene el porcentaje más bajo de clase media baja sino que además en 2014 –como consecuencia del segundo envite de la crisis de 2008- vio como el porcentaje de personas de clase baja superó por primera vez en la historia la proporción de personas con rentas medias bajas.

 

Aunque en 2017 estos dos grupos poblacionales se equipararon, España sigue estando por debajo del conjunto de estados europeos. Esto es especialmente preocupante porque una proporción mayor de clase baja –del 0 al 75% de la mediana de ingresos- también implica una proporción mayor de personas bajo el umbral de la pobreza, que se sitúa en el 60%.

La pérdida de capacidad adquisitiva de la clase media hace que la estructura de distribución de la renta de España cada vez se parezca más a la de Estados Unidos, que es mucho que más desigual, que a la del resto de países europeos”.

 

El impacto de la Covid en las rentas todavía es difícil de medir porqué los datos llegan con mucho retraso pero parece evidente que la inseguridad económica y las dificultades para llegar a final de mes alcanzan posiciones de la renta más altas que en otros países y ya está habiendo un efecto regresivo de las economías familiares que afecta, sobre todo, a las clases más humildes.

 

En este sentido el encarecimiento de los servicios básicos como la sanidad y la educación y el incremento del precio de la vivienda hacen que cada vez exista una mayor diferencia entre las economías familiares del rango más empobrecido y las del rango más rico.

 

Según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida para el 2019, los hogares con rentas más bajan se gastaron más del 60% de sus ingresos en vivienda, suministros y comida. En cambio las rentas más altas estas partidas solo alcanzaron el 37% de su presupuesto y, en cambio, pudieron dedicar parte de sus ingresos en educación, sanidad, cultura y restaurantes.

 

Esta diferencia, a la larga, acentúa las diferencias entre clases sociales y el empobrecimiento de la clase media también pone en riesgo el pacto social. La estabilidad social implica que hay una mayoría de población que tiene buenas condiciones de vida, si esta desaparece también se pone en riesgo este ecosistema. En este sentido las medidas sociales se convierten en un factor clave, y todavía más en momentos de crisis, para amortiguar el golpe económico a las familias e impedir que la recesión acentúe la brecha de la desigualdad.

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