En occidente, la imagen virgiliana del antepasado troyano de Roma, Eneas, llevando a hombros a su padre y de la mano a su hijo, no es solo la imagen de la piedad familiar que vincula generaciones, sino de las capacidades sociales que hacen posible la vida cívica: el futuro que representa la infancia es a su vez el pasado del hombre adulto, así como el pasado que encarnan los ancianos es parte del futuro que tendrán que acometer una personalidad y una sociedad madura. Su olvido es el del futuro: un suicidio social.
Si somos orientales podemos hacer lo que la leyenda dice que era tradición en el antiguo Japón: “el ubasute” (ver “La balada de Narayama”), es decir, la costumbre en el pasado distante, por la que un pariente anciano se llevaba a una montaña, o algún otro lugar remoto o desolado, y se dejaba allí para morir, ya sea por la deshidratación o hambre,
¿Nosotros qué somos, y sobre todo, qué queremos ser:
occidentales u orientales, Eneas o Ubasute?

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