Los colores de los cisnes y la economía
Desde tiempos del Imperio de Roma, así lo atestiguan los poetas de la época, se tenía el convencimiento que no había cisnes negros (“rara avis in terris nigroque sililliama cygno”, los cisnes negros) y la expresión «cisne negro» se generalizó para señalar algo imposible. Aunque en 1697 se descubrió un auténtico «cisne negro» en Australia, el término “cisne negro” sigue siendo en el ámbito de la economía un término para denominar sucesos inesperados, que no han sido previstos por los expertos y que, sin embargo, terminan teniendo un impacto negativo significativo. Se ponen como ejemplos de “cisnes negros” modernos la I Guerra Mundial o los atentados de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York. La crisis financiera de 2008 nos asomó a un nuevo entendimiento de los modelos económicos, que no fueron capaces de predecir su tamaño y devastadores efectos.
Como contraposición el cisne blanco, como fenómeno económico, define, además de su elegancia, la «normalidad deseable». Sin embargo, hay quien opina que en realidad los cines negros son más frecuentes que los cisnes blancos, pues la economía depende de muchos y variados factores fuera de control que hace que lo verdaderamente “normal” es lo que se sale de la “normalidad deseable”.
Ahora, tras más de un año de pandemia, sin que el horizonte esté todavía despejado, gobiernos y ciudadanos sueñan con un futuro repleto de cisnes blancos, como expresión de una vuelta a la normalidad que será muy diferente a la anterior.
El desempleo estructural en España
Incluso en épocas de bonanza económica, el desempleo se ha mantenido alto lo que indica una situación de desempleo estructural. Desde la crisis económica y financiera de la década de 1980 (¡hace más de 40 años!), el desempleo nunca ha bajado del 8 % y la única vez que se observó «pleno empleo» fue en 2006, y eso que la tasa de paro era del 8,3%, lo que indica que las estadísticas y datos de desempleo (tanto de la EPA, como del INE, del SEPE o la afiliación a la SS) no son indicadores fiables de la situación real de desempleo quizás porque están lastrados por cierto comportamiento pícaro para acceder a las ayudas sociales. Eliminar estas ayudas, según estudios en más de 45 países, resulta en una reducción del desempleo de alrededor del 80%.
La economía y la sociedad españolas llevan demasiados años sin experimentar la sensación de que las cosas mejoran y de que se están resolviendo los grandes problemas económicos como son el desempleo, la baja productividad o la desigualdad en la distribución de la renta . Cuando el abandono escolar se enquista, la dualidad (fijos-temporales) del mercado de trabajo se ensancha y profundiza, las reformas educativas se suceden a un ritmo mayor que el del turno político o las leyes aprobadas por un gobierno se derogan por el que le sucede, y los indicadores cuantitativos de todos estos fenómenos oscilan entre lo malo y lo peor, marcando mínimos que se venden como grandes éxitos, es muy difícil que la productividad tenga una oportunidad para crecer.
La normalidad deseable, en el plano económico, o sea, el cisne blanco, es “rara avis” en España y tan esquiva que las reformas educativas y laborales o de la administración se suceden en el tiempo sin lograr avances significativos. Cuesta entender por qué nos conformamos con esta mediocridad productiva general, lo que no implica que no existan admirables ejemplos de buenas prácticas. Pero lo cierto es que los cisnes blancos son más raros de lo deseable.