Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.
Se diría que estamos cansados como Sísifo y solo vemos seres absurdos empeñados en subir una piedra por una pendiente que siempre les traiciona.
Los españoles llevamos, durante poco más de un año, nada menos que 7 citas electorales consecutivas: elecciones municipales, autonómicas, generales, gallegas, vascas, catalanas y europeas. La conclusión es sencilla: hay una absoluta fatiga política. A ese cansancio se le adjunta la frustración que cunde en todos los espectros ideológicos.
El PSOE ha perdido ayuntamientos, autonomías y su primer puesto en número de diputados y eurodiputados; aunque sobrevive Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, pero hubo un tiempo en que los partidos eran algo más que su mandamás. Podemos sobrevive con apenas dos eurodiputadas. La esperanza glamurosa de Yolanda Díaz, ha abandonado las esperanzas, el glamur y parece amortizada la propia artífice de la traición y de un engendro populista vacío.
Ciudadanos ha fallecido y el PP sigue sin recuperarse de no haber conseguido el gobierno de la nación y ha preferido culpar de todo problema «a la ultraderecha» —que, paradójicamente, también es su solución para poder gobernar en muchas de las instituciones donde gobierna—. Por su parte, esa presunta ultraderecha tampoco camina exultante y el acceso a múltiples gobiernos municipales o autonómicos apenas sosiega sus ansias más aventureras. En semejante situación caben tres soluciones.
La solución de Epicuro: el jardín tranquilo
Epicuro defiende que si estás cansado, abandónalo todo y deja de preocuparte del mundo. El orbe es muy complicado y tú muy pequeño. Busca unos amigos y unas conversaciones agradables; esa es toda la felicidad que cabe, esa es la clave del placer. ¿Pero quién me asegura que el caos del mundo circundante no se cuele al final en mi jardín bucólico? Lo cierto es que la lección es siempre la misma: cuando te proteges tú solo, nunca estarás lo bastante protegido; lo que crees que es hoy tu refugio, mañana puede ser un calabozo. Los placeres personales son siempre, por definición, efímeros sin ninguna trascendencia
La solución de Camus: el trajín
Albert Camus sostenía que te afanas en vano pues no hay victoria que sea la victoria final. Trabajas en búsqueda de algunas satisfacciones lo que te anima a seguir vivo; sigues vivo para así poder seguir trabajando.
La solución de Camus es vivir tal como un actor que se entrega de lleno al papel de su comedia, aun sabiendo que dentro de dos horas la función habrá acabado. Seguid adelante, nos diría Camus, y aceptad que eso es todo lo que tenéis por delante pues una voz interna os recordará que ese “triunfo” no durará mucho tiempo pero que será el acicate para lanzaros de nuevo a otra batalla.
La solución de Camus, en cierto modo, es simétrica a la de Epicuro. Donde Epicuro nos recomendaba calma y alejamiento para olvidar el cansancio, Camus nos aconsejó sumergirnos de cabeza en la acción, pero con igual meta: el olvido.
La solución de san Bruno: esperar el momento oportuno
Bruno de Colonia, el fundador de los monjes cartujos, esa orden consagrada al silencio radical escribió que cuando estás fatigado por los continuos trajines, tu arco, que va siempre armado con su flecha, se queda flojo y resulta agotador tener siempre la flecha en el arco pues indefectiblemente al final o se romperá el arco, o perderá tensión. Y, en ambos casos, la flecha se caerá al suelo. Un desperdicio.
Es menester aprender a guardar las flechas y puede ser que pronto habrá que retomar el arco, y entonces, la cuerda del arco sí que habrá de volver a estirarse y habrá que volver a tensar la flecha: así llegarán más lejos los disparos y así, un día, se acertará en el blanco. Determinar el momento preciso para tensar el arco con su flecha es, por lo tanto, la cuestión básica a dilucidar.