A VUELTAS CON LA INMIGRACIÓN Y LAS PENSIONES

Elma Saiz dice que necesitamos «250.000 inmigrantes al año»

 

Elma Saiz, ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, ha dicho esta semana en el Senado que España necesitará «entre 200.000 y 250.000 inmigrantes anuales para «mantener el Estado del Bienestar. Las declaraciones son llamativas porque supondrían mas de seis millones de entradas netas hasta mitad de siglo. La ministra, además, añadió una estadística llamativa: según los datos de su departamento, los trabajadores extranjeros representan un 10% de los ingresos de la Seguridad Social, frente a sólo un 1% de su gasto.

 

Hay que felicitar a Saiz. Si quiere 6 millones de entradas netas en las próximas décadas, su objetivo está en camino de cumplirse o incluso de superarse. En realidad, su objetivo y el de su antecesor, todavía más ambicioso: José Luis Escrivá llegó a pedir, cuando todavía era presidente de la AIReF, un saldo de 10 millones de entradas netas antes de mediados de siglo para sostener el sistema.

Países de origen de la población inmigrante en España (2020).

 

Dos preguntas a la ministra

En realidad, lo que queda tras escuchar sus declaraciones son dos grandes interrogantes flotando en el aire de las preguntas políticamente incorrectas que casi nadie se hace en voz alta.

 

1 – Tipos de inmigrantes

Dice la ministra que necesitamos «250.000 inmigrantes» pero parece claro que no es lo mismo, ni en lo que aporta en ingresos ni en lo que genera en gastos, que el inmigrante sea un noruego con una titulación en Ingeniería Informática y un sueldo de 150.000 €/año que se traslada al levante español porque quiere teletrabajar con más sol; que un congoleño que no habla español ni inglés, y no tiene el graduado escolar. Es verdad que hay muchos (demasiados) de origen «desconocido» pero muy probablemente en ese grupo la gran mayoría provienen de países del Tercer Mundo, porque lo normal es que nadie que venga de Alemania o Dinamarca se vaya a negar a decirlo.

 

Entre los países que más inmigrantes nos envían también aparecen algunos europeos occidentales, como Francia, Italia, Reino Unido o Alemania, pero muchas de estas llegadas son de personas mayores y de altos ingresos, que no supondrán un coste relevante para las arcas públicas (no consumen demasiado estado del bienestar) pero tampoco aportarán demasiado (ya no trabajan y los impuestos que pagan son los indirectos-consumo). Parece que es evidente que estamos atrayendo más inmigrantes de baja cualificación aunque venezolanos ecuatorianos o colombianos probablemente sí encajan mejor en el perfil que necesitamos desde un punto de vista financiero y de mercado laboral, africanos y asiáticos, no tanto.

 

2 – Ingresos y gastos

Dice Saiz que en la Seguridad Social los extranjeros aportan el 10% de los ingresos y sólo el 1% de los gastos, pero habría que saber si incluye ahí todo lo que recibe y gasta la Seguridad Social o sólo la parte contributiva. Si sólo incluye la segunda opción (sólo contributivo) en lo referente a los ingresos el saldo tiene que ser deficitario de forma ineludible para los inmigrantes: habrá muy pocos que cobren prestaciones y todos los que trabajan aportan sus cotizaciones.

 

De hecho, si fuera cierto lo que dice la ministra, lo que habría que hacer es cambiar por completo el diseño de ese estado del bienestar, porque querría decir que no está funcionando. Además, para hacer bien las cuentas, incluso sólo contando la parte contributiva, deberíamos tener en cuenta los derechos generados pues el inmigrante que ahora aporta más en cotizaciones de lo que recibe en prestaciones está generando un derecho a una pensión futura que tendrá que abonarse en algún momento.

 

Nuestro estado del bienestar está diseñado para que las rentas bajas salgan ganando en el reparto impuestos-gasto público con lo que, por lo general, los rentas más altas contribuyen más y reciben menos; y a las rentas más bajas les pasa lo contrario. En España, desde un punto de vista estadístico, las rentas altas somos los españoles e inmigrantes europeos occidentales y el resto de inmigrantes, en general, tienen las rentas más bajas.

 

El saldo “real”

En Dinamarca hace unos años se realizó un informe sobre este asunto. Las conclusiones eran las previstas. Dividían la población en cuatro grandes grupos: Daneses, Inmigrantes occidentales, Inmigrantes de países musulmanes del norte de África y Asia central (Magreb, Oriente Medio, Pakistán, Turquía), Otros inmigrantes

 

El resultado fue el siguiente: Daneses e inmigrantes occidentales de los 20 a los 65 años eran contribuyentes netos y receptores netos a partir de los 65 años. «Otros inmigrantes» (una categoría por definición muy amplia) eran contribuyentes netos de los 30 a los 55 años aproximadamente, los inmigrantes de los países norteafricanos y asiáticos de mayoría musulmana eran receptores netos en todos los grupos de edad, incluso entre los 20-40 años (cuando en teoría trabajas y cotizas, pero no consumes demasiados servicios públicos.

 

En España la OCDE hablaba hace unos años de un impacto fiscal neto positivo del 0,5% del PIB y que, si quitamos a los inmigrantes de países europeos occidentales probablemente nos situaría en equilibrio o déficit. El Defensor del Pueblo publicaba en 2019 un informe sobre «la contribución la inmigración a la economía española» con conclusiones parecidas.

 

Si un Gobierno de España publicase algo como lo de Dinamarca el resultado sería muy parecido: para los europeos occidentales la foto sería como la de los españoles; los europeos del este tendrían un saldo positivo (pagan más de lo que reciben); los sudamericanos estarían más o menos en equilibrio; y para los norteafricanos, subsaharianos y asiáticos (sin contar a los chinos) el saldo sería deficitario.

 

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